cuento
Mi decimosexto día del padre
Cada día del padre tengo sentimientos encontrados cuando pienso en los ‘padres’ que están y en los que, lamentablemente, ya se fueron.
Y pienso que el ser humano es así, insatisfecho por naturaleza, pero no puedo evitar que esto me caiga como una piedra en la cabeza.
1. No está mi abuelo Angel, en la foto vestido de granadero, época de la cual me contó infinitas historias y que, en gran parte de mi infancia y adolescencia, actuó como mi padre.
2. No está mi suegro Edgardo, a quien esa maldita pandemia del Covid-19 se lo llevó en un mes sin que siquiera pudiésemos despedirlo como se debía. Y que me adoptó durante casi dos décadas como el hijo varón que nunca tuvo.
3. Está mi padre Alberto, aunque quisiera que estuviera más, porque sé que la vida no es eterna y no nos quedan tantos años juntos. Pero también sé que hoy formó otra familia y hay otra hija que quizás lo necesita más que yo. Aunque me cueste y me duela admitirlo.
4. Finalmente, están mis tres hijas, las que me dieron el título de padre y con las que siento que muchas veces me quedo corto. Que no soy el padre que me juré y perjuré ser. Y que debería ser mejor de lo que soy, aún con mi infinita cantidad de limitaciones.
Los padres vamos y venimos. Está en nosotros elegir el legado que queremos dejar. Está en nosotros decidir la cantidad de afecto que queremos dar. Y está en nosotros exigir de los demás lo que queramos demandar.
Y me recuerdo que para ser padre no se estudia. No se trabaja. No se reciben sueldos o bonos. Pero que los intangibles que nos alcanzan pueden llegar a valer más que todo el oro del mundo.
¡Feliz Día del Padre a Angel, Edgardo, Alberto y Pablo! Y a todos los papás que, con nuestras virtudes y defectos, buscamos siempre lo mejor para nuestros hijos, aunque muchas veces nos sintamos, como decidí titular a ese libro que este año finalmente me decidí a publicar, completamente ‘fuera de foco’.
#diadelpadre